Diabetes, ceguera, miseria y una guitarra

Don Alejandro, un guitarrista ciego, recorre las calles en busca de una moneda que le permita sobrevivir.

De la boca reseca de Alejandro Ramírez escapa el sentimiento convertido en canto, mientras su vieja guitarra y fiel compañera, «llora» en sus manos. Sentado en la acera de cantera verde, su voz alegra en algo el andador turístico:

Naila, di por qué me abandonas/ tonta, si bien sabes que te quiero/ vuelve a mí/ ya no busques otro sendero/ te perdono porque sin tu amor/ se me parte el corazón.

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El reloj marca las 11:55 del horario de verano. Pocos paseantes en el también llamado andador «Macedonio Alcalá», en memoria al violinista, pianista y compositor mexicano recordado por su composición del himno «Dios nunca muere».

Los turistas le toman fotos y en su pequeño tarro de lámina colocado al piso, aun no cae la primera moneda del día. A su lado, su bastón blanco que lleva a todas partes.

Así, entre música y canto transcurren las horas y los días de Alejandro Ramírez, un hombre viudo, solo y enfermo que se declara consciente de los peligros que lo acechan en la calle y en su cama, en la que ora todas las noches antes de dormirse. «Soy cristiano y no reniego de mi suerte», expone, voz e Imagen de Oaxaca.

Es Alejandro, de 65 años de edad, con pérdida total de la visión desde hace cuatro décadas y con diabetes mal tratada desde el año 2005, padecimiento que un médico le confirmara días después de que el cáncer silencioso le arrebató a su esposa María Elena Cruz González, muerte que no supera todavía.

Enfundado en una sudadera oscura, un pantalón de mezclilla raído, zapatos negros en evidente deterioro, Alejandro Ramírez cubre su cabello cano con una vieja cachucha.

Explica que su tren de vida inicia todos los días muy temprano. Despierta desganado y con la boca reseca que atribuye a la glucosa alta. Reposa en una cama matrimonial en completo estado de deterioro y se cubre con cobijas raídas y sucias. Pocas veces desayuna en casa porque carece de una estufa.

Extrema pobreza

Vive hacinado en una pequeña choza de techo y paredes a base de tiras de madera y láminas visiblemente carcomidas por el óxido, en una pequeña fracción de terreno marcada con el número 419 de la calle Oaxaca de la colonia «José López Portillo», esquina con la avenida Ferrocarril.

Recuerda que hace más de cuarenta años, con el apoyo de su esposa María Elena, con quien procreó tres hijos, sin los achaques que hoy lo acosan, compró ese terreno por el que este año tendrá que pagar seiscientos pesos de Impuesto Predial.

«Mi estado de salud es delicado, mi situación económica es muy precaria y hoy difícilmente reuniría ese dinero; por ello, mi llamado al presidente municipal de Santa Lucía del Camino, Galdino Huerta, para que me condone ese pago, dice.

Su diario trajinar

Explica que abandona su casa a las nueve de la mañana. «Regularmente me voy caminando y en el mercado de la colonia Víctor Bravo Ahuja me detengo para cantar una o dos canciones. La gente me socorre con unas monedas y algunas veces me obsequian el desayuno».

En la charla con NOTICIAS, Alejandro Ramírez añade que algunas veces su caminata se prolonga hasta el Centro Histórico. Algunas personas me dan monedas y regularmente pido que me ayuden a cruzar la calle.

Otras veces, saliendo de mi casa, abordo un autobús del transporte urbano. Es tardado lograrlo, porque la mayoría de los operadores no se detienen cuando se trata de mi persona. Los choferes que me dan «chance» subirme a sus autobuses, me permiten cantar a bordo para que los pasajeros me socorran con algunas monedas. Me bajo en el centro de la ciudad y me dirijo al andador turístico para tocar mi guitarra y cantar algunas canciones.

Ceguera total

Se ufana de dominar un repertorio de más de quinientas canciones. «Las fui aprendiendo a mi llegada a la ciudad de Oaxaca, hace 45 años». Alejandro Ramírez nació el 29 de noviembre de 1946 en San Sebastián Río Dulce, Zimatlán de Álvarez, pueblito que tuvo que abandonar, porque no hay empleo en ese lugar.

Recuerda: «Tuve baja visión desde chamaco, pero mis padres no me llevaron ante un médico. Nunca se me realizaron estudios de la vista. Algunas veces me llevaron con los curanderos del pueblo y hasta con brujos. Uno de éstos aseguró que me sanaría al cien por ciento y varias veces me aplicó alcohol alcanforado en los ojos. El resultado al poco tiempo fue pérdida total de la vista», recuerda Alejandro Ramírez.

Agrega: «Concluí mis estudios de primaria a los 19 años, doce meses, antes de haber perdido totalmente la visión».

Mantiene a sus padres

En la charla con NOTICIAS, dice que su hermano Zenobio Ramírez, de 60 años, lo acompaña esporádicamente en sus rutas acostumbradas. «Me hermano también se encuentra enfermo. Perdió la visión de su ojo derecho y no tiene trabajo».

En la entrevista, Alejandro asegura que sólo se lleva entre 60 y 80 pesos a casa, cantidad que no alcanza para nada.

Sin el sentido de la vista, con salud deteriorada por la diabetes, y sin recursos económicos, Alejandro Ramírez aún tiene bajo su cuidado a sus padres: Joaquín Ramírez y Carmen Marcelina López, de 90 y 85 años de edad, respectivamente; y por ello, suplica a las autoridades de la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social, los incluya en alguno de sus programas para adultos mayores. Mientras, agradecería donaciones en alimentos y en ropa.

Deterioro grave de salud

Como resultado de su diabetes, el guitarrista está perdiendo sus piezas dentales y demanda el apoyo de oaxaqueños altruistas para que lo apoyen con recursos económicos. Necesita dinero para ser atendido por un odontólogo particular. Acude esporádicamente al servicio de odontología de la URSE, pero por cada atención le cobran 400 pesos.

Su pequeño predio se encuentra en una zona de elevada delincuencia. Cuenta con un endeble cerco a base de láminas de aluminio que no ofrecen ninguna seguridad. Por ello, eleva su voz para demandar donaciones en tabique y varillas, y el apoyo en mano de obra para construir una pequeña barda de materiales industrializados.

«No estoy suplicando un lujo, es por la seguridad de mi hermano, mis padres y la mía», aclara.

Este post se basa en el tema «Diabetes, ceguera, miseria y una guitarra« publicado en Diabetes Foro.

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