«Mi historia con la diabetes» por Juan Manuel Reyes Fajardo
Como este periodista de PUBLIMETRO, más de 50.000 colombianos menores de 45 años tienen diabetes tipo 2, y se estima que más de 500 millones de personas la tendrán en 2025.
El pasillo del supermercado estaba, como de costumbre, lleno de todo tipo de productos. Pastas, panadería y salsas, en este pasillo. Detrás, alimentos enlatados, chocolate y gaseosas. Estaba buscando qué comprar para las comidas del día siguiente, cuando recibí la llamada de la médica de la EPS.
«Recibimos los resultados de su glucometría y son demasiado altos. Debe presentarse tan pronto como pueda para realizarse más exámenes, y para descartar una equivocación. Tenemos serias razones para creer que usted es diabético». El tono de la médica era el acostumbrado para ese tipo de noticias. Pero las palabras nunca van a dejar de resonar en mi cabeza. Tengo 30 años y soy diabético.
No estoy solo. Las cifras más recientes del Análisis de Situación de Salud (Asis) del Ministerio de Salud dan más de 650.000 casos detectados de diabetes mellitus en el 2013. De estos, más de 50.000 eran personas menores de 45 años. Aunque estas cifras no están actualizadas, preocupa que cada vez más pacientes (como yo) sean descubiertos con esta enfermedad en edades jóvenes.
La preocupación de cada vez más médicos en todo el mundo es que la edad de detección es más temprana. La que antes era una enfermedad derivada del deterioro del organismo se está convirtiendo en una pandemia mundial. Detrás de estas cifras se encuentra una masificación del sedentarismo, mala alimentación y un abandono de las actividades al aire libre.
Diabetes para novatos
Muchos saben en qué consiste la diabetes, pero creen que se debe solo por consumo excesivo de azúcar. En realidad, sus causas son más complejas. En su base está un desbalance hormonal: el cuerpo no produce la insulina necesaria para consumir la glucosa que recibe a través de la alimentación. Los carbohidratos, proteínas, grasas y azúcares adicionados se convierten en glucosa.
Hay dos tipos de diabetes: la primera es la tipo 1, en la que el organismo ataca a las células productoras de insulina en el páncreas. En la tipo 2, también llamada diabetes mellitus, el organismo produce insulina, pero esta es insuficiente para consumir la glucosa ingerida.
Usualmente la diabetes tipo 2 depende de los hábitos del paciente: si come demasiada glucosa en proteínas, carbohidratos o azúcares refinados, esta se acumulará. Hay un importante componente genético en la predisposición a la diabetes: en mi familia, mi madre, tres tíos y una prima también son diabéticos.
Según el director médico de Boehringer Ingelheim, Juan Carlos Tovar, los niveles normales de glucosa en el cuerpo suelen oscilar entre 80 y 110 miligramos por decilitro de sangre. Las personas en condición prediabética tienen niveles promedio entre 110 y 125 miligramos de glucosa. Una persona diabética tiene niveles promedio superiores a 126 miligramos.
Hay dos formas de medir estos niveles: una glucometría en ayunas, o hemoglobina glicosilada. La primera determina el nivel de glucosa en la sangre sin haber comido en las últimas 8 horas. La segunda indica un promedio de glucosa en los últimos tres meses.
Más que sed y pies negros
Los síntomas que tuve son normales en personas diabéticas: mucha sed, necesidad constante de ir al baño, y cansancio permanente. Además bajé 12 kilos sin explicación (desde el diagnóstico bajé otros cuatro, esta vez por el cambio de dieta): esta caída de peso es una señal de alerta. Otros síntomas son hormigueo en los pies, visión borrosa, náuseas y sensación de desvanecimiento.
Los problemas a largo plazo son mucho más graves. La glucosa se convierte en placas de grasa que se adhieren a las paredes de los vasos sanguíneos. «Esta adhesión es más grave en los vasos sanguíneos más pequeños, como los de los ojos, el cerebro, los pies, el corazón y los riñones», dice Tovar. Las complicaciones tienden a relacionarse con estos órganos: infartos, fallos renales, ceguera y gangrena en los pies.
Sin un tratamiento adecuado, una persona menor de 45 años que sufre diabetes tiene 10 años menos de expectativa de vida. Así mismo, esta es una de las enfermedades crónicas de mayor costo en su tratamiento. Una investigación de la Universidad de Cartagena encontró que, en esta ciudad, el tratamiento de un paciente diabético costaba en promedio $1.2 millones anuales. Esta cifra se dispara al considerar tratamientos para sus complicaciones, como hemodiálisis u operaciones coronarias.
Comida natural
La primera recomendación que me dio la médica fue reducir la ingesta de glucosa. La respuesta obvia es suprimir azúcares refinados y alimentos procesados, pero no es tan sencillo. La dieta tradicional colombiana tiene demasiados carbohidratos. En un ‘corrientazo’ hay hasta cinco: arroz, papa, sopa, jugo y una legumbre, pasta o plátano, cuando la recomendación nutricional es de una harina, dos a lo sumo.
Una fruta como un banano o una manzana roja también son peligrosas por su posibilidad de provocar picos fuertes de glucemia. Ni se diga los jugos: el licuado y colado hace que la fibra de la fruta se convierta en azúcares fáciles de digerir. Los productos «sin azúcar» tienen otros químicos que producen daño, así que mis almuerzos siempre tienden a tener frutas enteras y ensaladas.
Aunque suene contraproducente, es necesario consumir una harina en cada comida: los riesgos de una hipoglicemia (popularmente llamada ‘la pálida’) también son fuertes. El mayor consumidor de glucosa en el cuerpo en reposo es el cerebro: una ‘pálida’ pone en riesgo su supervivencia.
Una recomendación fundamental es realizar actividad física diaria, no necesariamente ejercicio de gimnasio. Caminar, montar en bicicleta o bailar también son actividades que pueden ayudar a cumplir esta meta. El sedentarismo es inherente cuando solo nos levantamos de nuestro puesto de trabajo a almorzar, e interrumpimos nuestra maratón de series del fin de semana para pedir una pizza desde el celular.
El mayor impulso para prevenir esta u otras enfermedades es el autocontrol. Durante varios años no tuve la capacidad de evadir comerme una empanadita, una hamburguesita o un pollito asado. O una mano de bananos, también. El autocontrol que no tuve para evitar comer cantidades desmedidas de comida, me ha surgido para inyectarme insulina cuatro veces al día.
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