Mikel Martiarena ha sido escalador de élite y José Joaquín Llanderas participa en carreras de larga distancia.
Mikel y José Joaquín tienen, al menos, tres cosas en común. Los dos son guipuzcoanos, ambos tienen diabetes y la enfermedad no les ha impedido practicar a un alto nivel el deporte que les apasiona.
Mikel Martiarena ha llegado a competir en la élite de la escalada, una modalidad que ahora practica como hobby y que enseña en un rocódromo que regenta en Irun desde 2014. Debutó con la enfermedad cuando solo tenía cinco años.
«Cuando eres tan pequeño no te das cuenta y son tus padres los que se encargan de cuidar de ti», señala este irundarra de 33 años. Conforme se iba haciendo mayor se fue dando cuenta de que había ciertas cosas que no podía hacer, como comer golosinas en el parque con los amigos, pero afirma que «adaptándote y luchando un poco más que los que te rodean ves que las diferencias no son tantas».
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Mikel siempre ha estado ligado al deporte. Desde el fútbol que jugaba en el patio del colegio hasta el piragüismo de aguas bravas o el montañismo a los que se aficionó de adolescente. Fue cuando comenzó con las subidas al monte cuando descubrió su verdadera vocación, la escalada, que practicó de forma profesional hasta hace tres años. La diabetes nunca le ha impedido trepar por rocas de todo el mundo, desde las más cercanas de Ulía o Jaizkibel hasta las más lejanas que descubrió durante una expedición a la India.
El dato
Una cifra que sigue siendo inferior a la del resto del Estado, donde la prevalencia es de un 13,8%. En algunas comunidades esa cifra es aún mayor, como en Andalucía, donde llega hasta el 16,3%.
El de Mikel no es el único ejemplo de que una enfermedad crónica no tiene por qué ser una barrera para quienes la padecen. La del pasado domingo fue la Behobia número 19 para José Joaquín Llanderas, una edición que coincide con los años que tenía este hernaniarra afincado en Lazkao cuando recibió el diagnóstico de que padecía diabetes tipo 1. «Me encontraba mal, tenía mucha sed, y los análisis dieron un nivel de glucosa en sangre muy alto, así que ahí debuté y empecé a recibir educación diabetológica», cuenta José Joaquín, que ahora tiene 44 años. Entonces tuvo que aprender a medirse el nivel de azúcar, a regularse la alimentación en base a ese número y a suministrarse la insulina.
«Conocí a un grupo de diabéticos en la Behobia y corremos por todo el mundo»
José Joaquín Llanderas, Diabético desde los 19 años
«Con 19 años me dijeron que no iba a poder dedicarme en serio a la escalada»
Mikel Martiarena, Diabético desde los 5 años
Hasta entonces siempre había andado mucho en bici y también había empezado a correr, y reconoce que cuando debutó tuvo miedo de que le obligaran a dejar esas actividades. «Antes estaba peor visto por los médicos, te recomendaban que no practicases deportes muy exigentes, pero por suerte mi endocrino me apoyó desde el principio y con su asesoramiento pude seguir», señala José Joaquín.
Una suerte que también acompañó a Mikel y que le permitió competir como profesional. «Tuve un laboratorio que me apoyó y cuyo equipo me abrió los ojos y me llevó por todo el mundo. Adaptar mis rutinas a la escalada fue mucho más fácil teniendo un médico cerca», admite. Sin embargo, con 19 años un médico le llegó a decir que no iba a poder practicar la escalada de una forma profesional, tan solo como un hobby. «Y eso me dio mucha rabia», reconoce.
El irundarra aprendió a controlarse en los días que salía de expedición, en los que pasaba siete horas escalando y unas seis de ruta a pie. «Llevaba una mochila con un medidor y me medía antes, durante y después de escalar. También llevaba insulina y comida por si me daban bajones de azúcar», cuenta Mikel, que no obstante nunca ha tenido ningún susto. «Si te controlas y te cuidas no tiene por qué pasar nada». Su consejo para todos aquellos que quieren practicar cualquier deporte por encima del nivel aficionado es «que vayan acompañados de un médico de confianza y que nunca se dejen frenar». «A todos nos puede dar una hipoglucemia», reconoce José Joaquín, «por eso es muy importante controlarse».
Korrikalaris diabéticos
El gusanillo por las carreras de larga distancia surgió para José Joaquín poco antes de debutar en la enfermedad. Su diagnóstico no solo no le frenó, si no que supuso una especie de pistoletazo de salida para su trayectoria como korrikalari. Además de participar en la Quebrantahuesos, una prueba ciclista de 200 kilómetros que se tarda unas ocho horas de media en completar, sus piernas acumulan numerosas maratones y medias maratones. Unas carreras que desde hace años realiza junto a un grupo de amigos, todos diabéticos.
Se conocieron durante una Behobia. En la carrera, la Asociación Guipuzcoana de Diabéticos cuenta con varios puestos para que los corredores diabéticos puedan medir su nivel de glucosa en sangre. «Conocí a unos chicos que eran miembros de la asociación navarra y nos hicimos amigos». Una amistad que perdura después de más de diez años y que les ha permitido emprender varias aventuras juntos, como viajar a Nueva York en 2012 a correr la maratón, aunque la mala fortuna quiso que ese año la carrera tuviera que ser suspendida por el paso del huracán Sandy. La de París, no obstante, ya cuenta entre sus logros.
«Participamos en muchas carreras y se ha creado un vínculo muy especial, nos entendemos muy bien y conocer a otras personas con diabetes te ayuda a compartir experiencias y aprender de sus trucos», cuenta el de Hernani. En la última Behobia, -que José Joaquín completó en 1 hora y 24 minutos-, se juntaron un total de 17 amigos. «Yo llevo pastillas de glucosa, otros prefieren los geles, y otros llevan riñonera con un glucómetro e insulina. Cada uno se gestiona como prefiere, y lo importante es que todos cruzamos la meta».
Para estos dos guipuzcoanos el deporte forma parte de sus vidas. «Yo nunca he dejado de hacer lo que me gusta por mi enfermedad, nunca ha supuesto un límite», señala Mikel. «El deporte hace que te conozcas mejor a ti mismo, yo por ejemplo tengo unos niveles de glucemia mucho más regulares gracias a las carreras», afirma José Joaquín, que asegura que «no es la diabetes quien pone los límites, sino uno mismo».
Este post se basa en el tema «Mikel y José: «La diabetes nunca nos ha puesto límites»« publicado en Diabetes Foro.
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